Aquí puedes encontrar los audios y practicas de las enseñanzas que no son parte de una de nuestras practicas pero que siguen siendo igual de importante para nuestro aprendizaje a Jesús.

El examinarnos es una práctica que debemos de implementar en nuestra vida para saber si lo que pensamos que está bien, en realidad si está bien según la palabra de Dios; y si estamos viviendo como un Aprendiz de Jesús debería de estar viviendo.

La fe no está separada de lo hago; el creyente hace todo lo que está de acuerdo a lo que cree. No puedo ser un aprendiz de Jesús, venir a la iglesia, y al mismo tiempo, seguir haciendo las mismas cosas que hacía antes de elegir a Dios como Mi Señor.

Las experiencias de nuestra historia han marcada gran parte de nuestras vidas. Los recuerdos afectan nuestro presente y futuro, todo lo que nos aconteció es un reflejo de lo que somos y hacemos.

El decir “todo lo puedo en Cristo” significa que en Jesús puedo lograr lo que no podia hacer antes en mis fuerzas; lo que no me sentía antes con la capacidad de lograr, ahora en Cristo si lo puedo lograr.

Se trata de lo que El Espíritu Santo puede hacer dentro de nosotros. Todo lo podemos en Cristo que me fortalece es el resultado de lo que sucede en nuestro interior, y no de lo que hacemos en nuestro exterior.

El seguir a Jesús es algo que no podemos hacer solos; es imposible. Es algo que se hace en el contexto de comunidad. Y el compromiso de ser parte de una comunidad tiene un costo alto, pero el costo de no vivir en comunidad es aún mayor Así como una vida en Jesús no es fácil, pero el vivir sin Él es aún más difícil. 

Cada uno de nosotros fuimos creado con dos propósitos en la tierra. El primero, estar con Jesús, y el segundo, traer el reino de los cielos a la tierra por medio de nuestra personalidad única y dones y talentos.

Desde antes de la fundación del mundo Dios ya había predestinado ese plan. Y hay tres prácticas que nos van a ayudar a cumplir ese propósito. Pero también hay dos obstáculos que nos pueden impedir cumplir ese propósito.

Dios es el labrador y nosotros las ramas; por eso, como el sabe la clase de frutos que podemos llevar, el corta y poda nuestras vidas para que llevemos los frutos que el diseñó que nosotros llevemos.

Muchas veces vemos la santidad como algo imposible de alcanzar o que es aburrido, o que simplemente no es interesante. Pero este domingo vimos que la santidad conviene a cada uno de nosotros. Es en nuestro mayor interés que busquemos la santidad, porque le conviene a tu casa. 

El Espíritu Santo es la demostración sobrenatural de Dios en toda la creación. Es el encargado de dar el poder de Dios para que las personas puedan ser usadas por Él. 

Los discipulos se preocuparon cuando Jesús estaba anunciando su muerte porque no sabían quién los iba a acompañar; por eso el dejó la promesa que iba a enviar a su Espíritu.

Y Jesús dijo que vendría sobre nosotros para que seamos llenos completamente.

Muchas de las prácticas de la vida de Jesús no han hecho parte de nuestros planes para un nuevo año; pero estas prácticas y disciplinas son las que ayudan a sostener nuestra vida durante todo el año. Es de la única forma que podremos tener resultados crecientes y sostenibles. Al igual que la dieta y la disciplina son invisibles y necesarios para un atleta, las prácticas espirituales son igual de importante para un aprendiz de Jesús. 

En el original, la palabra que se utiliza para viento o soplo es ruaj. Y tanto la primera vez que se utiliza en la biblia, en Génesis 1, cómo cuando Jesús se fue de la tierra, en Hechos, fue para traer orden. Y es lo que Dios desea hacer en tu vida por medio del Espíritu Santo. Traer vida y orden en donde hay muerte y desorden. Desde el mas jóven al más grande, y en cada una de las áreas de tu vida. 

 La resurrección de Jesús significa que el dominio de la muerte ya no tiene el poder, el fin de un dominio de maldad y el inicio de uno dominio de amor y bondad, el inicio de una nueva esperanza, y el exterminio de un reino de duda e incertidumbre a uno de fe y confianza. Nos da la esperanza de que aunque en esta vida tengamos dificultades, podemos tener esperanza de que vamos a vivir con Él por la eternidad. 

La sabiduría es comparable con la cordura y la ciencia; y vemos que en la palabra de Dios, todo el tiempo somos llamados a vivir una vida sabia y entendida. La biblia le da mucho valor al sentido común y a la sencillez, y mucho del resultado de la sabiduría inicia con la sencillez y el sentido común. Por eso, Dios nos invita constantemente a vivir una vida prudente, que es orientada hacía la cautela y a comunicarse con claridad y verdad.

El Espíritu de Dios lleva al profeta en una experiencia sobrenatural, sacado del plano natural y llevado en el espíritu a ver lo que Dios estaba viendo y a escuchar lo que Dios estaba escuchando. El pueblo de Israel estaba sufriendo las heridas del exilio, habían sido echados de su propia casa, les habían quitado sus posesiones y pueblos extranjeros los habían atacado y herido, no solo físicamente sino también en su alma. Todos tenían conocimiento de la crisis que Israel sufría, pero solo Dios tenía la visión para reconocer la verdadera condición del corazón herido de su pueblo. Solo Dios podía atravesar la carne y los huesos (apariencia) para entender qué tan grave era el estado de su pueblo.

Jesús habló repetida veces sobre la amistad y la comunidad, y la puso en un nivel muy alto. Dijo palabras como, debes de amor a las personas como te amas a ti mismo, o que su familia eran los que hacían la voluntad del padre, e incluso utilizó palabras como amar a tu enemigo y dar la vida por el otro. Jesús, nos dejó el ejemplo del mejor amigo, para que nosotros lo sigamos.

Tanto en la familia física como en la familia de la fe, la mesa juega un papel sumamente importante. Es un lugar en donde nos sentamos a compartir, donde hay protección, intimidad, y en donde tenemos la oportunidad de crear un espacio seguro para amarnos. Mucho del ministerio de Jesús fue alrededor de una mesa; comiendo, hablando y escuchando, compartiendo y enseñando. Y es a lo que nos invita Jesús; a bajar el ritmo de nuestras vidas para sentarnos a la mesa con nuestra familia de sangre, al igual que nuestra comunidad.